Absorberse en los últimos tragos de un amargo café por las mañanas. Contemplar la lluvia desde la cama un Domingo al despertar. La agradable visión del color opaco que adquiere el mar al atardecer. Planear y soñar. Escuchar y contar.
Visualizar el cristal mojado des de el interior del coche. Una bonita canción mientras viajas, de esas que te hacen olvidar todo y a todos. Agradecer el olor que desprende el pueblo a primera hora del día: las primeras bandejas de pan saliendo del horno, los toldos que se abren lentamente, el mercado que empieza a cobrar vida...
Dejarse consumir por las palabras de un buen libro. O bien, una película mala de sábado por la tarde con algún amigo.
Celebrar, compartir, disfrutar. Y, en definitiva, vivir.
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